"Verónica ha sido asesinada. Asesinada por su empresa, por sus compañeros de trabajo, por su expareja que difundió el vídeo..."

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Manifiesto leído durante la concentración que tuvo lugar el viernes 7 de Junio a las 19 en Plaza Mayor de Salamanca.

Foto 1



Verónica ha sido asesinada. Asesinada por su empresa, por sus compañeros de trabajo, por su expareja que difundió el vídeo, asesinada por toda la gente que lo pasó, por quienes lo sabían y no hicieron nada, asesinada por quienes iban a su puesto de trabajo para ver en persona a la mujer del vídeo, por quienes se reían de ella, y asesinada por su marido. Tenía tanto miedo a su reacción, en caso de que le llegase el vídeo que antes de ver la muerte como única salida, vivió una agonía.


Todo empieza con su ex pareja, que quiere venganza, su ex cree que ella merece sufrir por ya no estar con él. Ya había intentado antes que le llegara a su marido. Quería venganza, destrozar su vida familiar, y sabía que lo conseguiría.


Sabía que lo conseguiría porque su marido, era un varón y socializado como tal, vería una amenaza a su masculinidad tóxica en el hecho de que su mujer hubiera tenido una vida sexual libre previa a su matrimonio y además todos hubieran visto “lo puta que era”. Porque por desgracia en pleno siglo XXI seguimos socializadas en términos de putas o santas y más nos vale no salirnos de nuestro papel asignado. De manera que si una mujer, como hizo Verónica, se atreve a ser sujeto o hacer uso de su autonomía/individualidad sexual, recibe su castigo social.


Pero no sólo su ex pareja y su marido contribuyeron a su muerte sino que todos los intermediarios también han sido cómplices de esto.


Y tras ser asesinada, el patriarcado no había terminado con ella. Su video pasó a las páginas pornográficas, siendo de los más buscados la semana después de su asesinato. Y es que los vídeos de violaciones reales y los vídeos del porno-venganza, en los que un hombre expone a su ex pareja para humillarla y que otros hombres disfruten de esa humillación, son de los más buscados diariamente. Lo que desean los hombres que ven porno, son mujeres sumisas, cuerpos deshumanizados a los que poder hacerles todo lo que no permitiría que le hicieran una mujer libre. Y la industria del porno lo sabe, por eso nos venden una sexualidad femenina asociada con el poder y dominación del hombre sobre la mujer. Una “política sexual” como señaló Kate Millet, que socializa a ambos sexos en los términos del patriarcado según su “temperamento, papel y posición social”. Así se institucionaliza la superioridad sexual de los hombres y la inferioridad sexual de las mujeres.


La pornografía actual, disfrazada de liberación, promueve estas ideas medievales: la mujer es vista como objeto sexual, cuyo cuerpo queda expuesto a los macabros deseos de los espectadores. No como sujeto, libre de experimentar su sexualidad como le plazca y de grabarse en su intimidad si le apetece.


La pornografía, puesto que nuestra sociedad carece de una educación sexual real y efectiva, fija los valores sexuales en los adolescentes que aún no han experimentado el sexo, y terminan normalizando las prácticas violentas y abusivas a las que las mujeres son sometidas en el porno.


Es así como se fraguan feminicidios como el de Verónica. Así es como fue asesinada Verónica.


No contentos con esto, Verónica ha sido criticada tras su asesinato, y juzgada como mala madre. Porque aún muerta se le recrimina no obedecer los roles de género impuestos. Suicidarse es tomar una actitud activa, reservada a los nacidos machos. Ella debería haber permanecido pasiva y haber continuado sufriendo el acoso que la llevó a la muerte, por el bien de sus hijos.


Por ello, desde la Plataforma Abolicionista de Salamanca reivindicamos el trato legal de este suceso como un caso de violencia machista y no como un suicidio. Queremos que conste entre las víctimas de violencia machista del presente año 2019.


Exigimos una educación sexual con perspectiva feminista, que enseña a las chicas a disfrutar de su deseo y libertad sexual sin restricciones y sin necesidad de avergonzarse. Una educación sexual, que aleje a las nuevas generaciones de las enseñanzas machistas de la industria proxeneta pornográfica, permitiendo que la sexualidad pueda ser entendida como un acto recíproco de exploración entre iguales.


Por último, llamamos a los colectivos y personas individuales que desean luchar por las mujeres a unirse a la causa abolicionista, pues como señaló Andrea Dworkin, la aceptación del porno implica el abandono de las mujeres y de la ética y política feminista.

Verónica no se suicidó, la asesinaron.

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