Los ganadores del II certamen de relatos breves de Unionistas recibirán mañana viernes su premio

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El jurado del segundo concurso literario organizado por el Área Social del club ha tomado la decisión de conceder el primer premio a José Antonio de Miguel por su obra “Tarde de domingo”. 


El segundo puesto ha recaído en Julio Rodríguez por su relato titulado “Los ángeles”.


La gran calidad de la docena de creaciones enviadas puso muy difícil el veredicto de los voluntarios del Área, quienes finalmente se decantaron por esta emotiva obra que, según su autor, se inspira en un pedazo de historia de la tristemente desaparecida Unión Deportiva Salamanca. José Antonio podrá desvelar los pormenores del proceso de creación y leer su obra mañana viernes 24 de mayo, en un acto abierto al público que dará comienzo a las 19:30 horas en la sede de Ternera Charra (calle El Bierzo, 37).


También podrá leer su relato al público y se le hará entrega de una camiseta oficial firmada por la primera plantilla. El segundo clasificado recibirá un detalle del club y un vale descuento para canjear en la sede. Agradecemos a todos los creadores su participación en este concurso que ha traspasado fronteras, ya que se han recibido varios relatos de socios y simpatizantes unionistas residentes en otros países europeos y americanos. Para todo aquel que desee más información sobre las actividades del área social del club, puede ponerse en contacto en arealsocial@unionistascf.com.


RELATO GANADOR DE JOSÉ ANTONIO DE MIGUEL:


《Parece que este año el calor llega pronto》, piensa Bea mientras cruza las calles semidesiertas de una ciudad que los estudiantes han abandonado temporalmente y que aún no ha sido invadida por los turistas que la llenan cada Semana Santa.


A diferencia de otras ocasiones, esta vez ha salido con tiempo suficiente para no andar apurada y así, disfrutando del paseo bajo el sol abrileño y con el corazón acelerado, se dirige, como cada primer domingo de cada mes desde hace casi un año, a su cita con él. Uno más de esa serie de encuentros tan especiales que, a pesar de sucederse regularmente, ni siquiera se los ha contado todavía a Isa, su mejor amiga, la que desde los ya lejanos tiempos de primaria es la guardiana de todos sus secretos. Pero no de este; al menos no todavía. Es algo tan personal que teme que dejar que alguien más, aunque sea Isa, lo sepa, podría romper, quién sabe si irremediablemente, el encanto. Ya llegará el momento. Por ahora, mejor seguir manteniéndolo como algo exclusivamente entre ellos dos.


Cuando llega a su destino y abre la puerta de la casa se siente inmersa una vez más en esa sensación que tantos recuerdos evoca… Conecta los plomos y, como guiada por el destello intermitente de las luces del árbol de Navidad, se dirige hacia el final del pasillo, echando por el camino un vistazo a ese belén, en el que los Reyes Magos se encuentran ya tan cerca del portal… 


Una vez en el salón, se asegura de que todo se encuentra en el mismo sitio de siempre y colocado exactamente de la misma manera. Este extremo es fundamental: cualquier detalle puede echar a perder la tarde. Conecta un pendrive a la televisión y comprueba un par de veces que el mando funciona. Tras bajar las persianas, pues la puesta en escena exige simular que es de noche, se sienta a esperar.


Da un respingo cuando suena el timbre. 《Ya está aquí》, se oye a sí misma en voz alta mientras corre a abrir la puerta con la misma ilusión de la primera vez, de todas las veces.


-Hola, abuelito- dice, dando un beso en la mejilla al recién llegado a la vez que saluda con la mano a los dos cuidadores que le han traído desde la residencia y que le conducen ya al fondo de la casa para sentarle en su sillón, justo delante del televisor.


-Bueno, Bea. Aquí te dejamos al jefe. A ver qué tal se da hoy.


-Seguro que bien. Gracias, chicos. Nos vemos luego.


Cruza los dedos por dentro. Sabe que ese hombre, antaño tan seguro de sí mismo, tan controlador de todo, es incapaz ahora de recordar siquiera su propio nombre o de darse cuenta de que está en la que toda la vida fue su casa, pero confía en que, ¡toquemos madera!, el milagro se produzca una vez más en esta tarde de domingo.


-Vamos a poner la tele, que está a punto de comenzar el partido- le dice, tras colocarle sobre los hombros la bufanda de la Unión Deportiva Salamanca,  la 《gloriosa》, como él siempre la llamaba.


Y por enésima vez, aunque para él sea siempre la primera, ven aparecer la imagen del campo velada por el “humillo” que parecen desprender los focos, como poniendo un filtro a la cámara, mientras se escucha de fondo el himno que habla de la encina y el balón, y el locutor recita las alineaciones destacando la presencia hoy en el once visitante de Iván de la Peña.


Comienza el encuentro. Bea lo sigue con un ojo puesto en lo que sucede en el césped y otro en el hombre que tantas veces la llevó al estadio cuando era una niña. Él mantiene la vista fija en la pantalla, como hipnotizado, sin ser consciente de cómo las imágenes que está viendo van buscando la conexión con ese punto en su interior en el que un día se almacenaron y en el que, si todo va bien, podrá reconocerlas al fin. Ella, nerviosa, aguarda, mientras pasan los minutos, ese momento en el que salte al fin la chispa y su abuelo vuelva, aunque sea solo por un rato, a parecerse a como era cuando estaba bien; a como debía de ser en aquella inolvidable noche de Reyes de hace ya veintiún años en la que se disputó ese partido frente al todopoderoso Barça que ahora están viendo una vez más.


Hoy el detonante llega al filo del final de la primera parte, con el tanto del peruano Zegarra que permite a los salmantinos igualar por el momento el resultado. El anciano agita levemente los brazos y musita un 《¡gooool!》apenas audible, mientras en sus ojos asoma un destello de consciencia. Bea sonríe aliviada, feliz… Y más todavía cuando poco después, como cumpliendo un guion preestablecido, él echa de menos de repente de la ausencia de la abuela y dirigiéndose a ella le pregunta, confundiéndola con su propia hija:


-¿Dónde está tu madre? Ya debería haber llegado.


-Ya te dije que está en la parroquia, con lo de los juguetes para mañana para los niños.


El anciano parece conformarse con la respuesta y vuelve a su ensimismamiento. Ella, aprovechando los quince minutos del descanso -que deja transcurrir en toda su extensión mientras los anuncios se suceden en el televisor, como si realmente estuvieran viendo el partido en directo- intenta evitar que se apague en su abuelo esa llama que ha prendido en su interior, y rememora para él algunas de las anécdotas que tantas veces oyó de sus propios labios muchos años atrás.


-Ya verás. Hoy va a ser como en aquellas visitas del Barça en los años 70, en la primera época en Primera, cuando nunca ganaban aquí. ¿Te acuerdas de cuando me las contabas?


Y va desgranando la decepción de los aficionados por la ausencia de Cruyff el primer año; el marcaje al que le sometió Juanjo en la siguiente temporada; la vez en que cedió la valla del Fondo Norte; el penalti que D’Alessandro le detuvo a Clares… Él parece querer recordar, asiente con la cabeza y un amago de sonrisa aparece de vez en cuando en su cara al oír el nombre de algún jugador, un resultado…


Comienza la segunda parte y Bea, que podría narrarla con los ojos cerrados segundo a segundo, jugada a jugada, no deja ni por un instante de seguir hilvanando una con otra antiguas historias del club para que él se mantenga conectado aquí y ahora, para que no 《desenchufe》ni siquiera cuando el equipo visitante pone el 1-3 en el marcador, que ella sabe que es la antesala del momento mágico.


Lo que ocurre a continuación de ese gol siempre le parece vivirlo a cámara rápida. Apenas diez minutos que parecen transcurrir mucho más deprisa de lo que lo hacen en realidad; diez minutos en los que el jefe, como le llaman siempre los cuidadores, parece revivir y la decepción por el resultado reflejada en su rostro deja paso a un atisbo de esperanza tras la segunda diana de la Unión en el minuto 80; en los que su mirada comienza a brillar con el tanto del empate apenas tres minutos después para, finalmente, reflejar, mientras las lágrimas resbalan por las arrugas de su cara, su explosión de júbilo por el conseguido por Silvani, que certifica la remontada y la victoria in extremis frente al equipo catalán.


Bea se levanta y le abraza, llorando también y sonriendo a la vez por una razón que va más allá del resultado, por ese motivo que ni siquiera ha sido capaz de contarle todavía a Isa: llora y sonríe porque, aunque poco después, ya de vuelta en la residencia, él habrá olvidado esta tarde como si nunca hubiera ocurrido, una vez más, como cada primer domingo de cada mes desde hace casi un año, el fútbol ha vuelto a obrar el milagro de que, por un rato, su abuelo, el ser a quien más quiere en el mundo, haya vuelto a ser feliz.

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